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Crónica de la negociación

Por Andrea Cabrera Kñallinsky

Casi cuatro meses después de la constitución formal de la mesa negociadora se firma el IV Acuerdo Marco el 29 de julio en el Hotel Regente de Madrid; un pacto que ha requerido de horas de debates sesudos, intensos y complejos; que se ha fraguado de manera lenta y que será una herramienta fundamental para la estabilidad en los puertos españoles, limitará los efectos de la reforma laboral y mantendrá unas condiciones de trabajo dignas dentro del modelo actual de la estiba portuaria española, el caldo de cultivo idóneo para que se consoliden los tráficos y aumente la productividad en los puertos.

Inicio optimista

Cuando en la mañana del 16 de abril se constituyó en Madrid la mesa negociadora del IV Acuerdo Marco, en la que se sentarían 15 representantes por parte de los trabajadores, 9 de ellos de Coordinadora, y otros 15 de las empresas; nadie podía sospechar que empezaba la más dura negociación de acuerdos estatales para la regulación de las relaciones laborales de la estiba portuaria desde que, en los años 80, Anesco, aliada con Puertos del Estado (no importó el signo político del gobierno), renunció a desarticular el sistema portuario y normalizó, después de años de conflictos, la relación con Coordinadora.

Aquel encuentro entre los trabajadores y la patronal, Anesco, dejó un sabor optimista en la boca de los estibadores, que presagiaban tener el acuerdo firmado antes del III Congreso Confederal de Coordinadora, que se celebraría los días 12 y 13 de junio en Bilbao.

El calendario de reuniones, diseñado en esa mañana de abril, recogía 4 citas en mayo, divididas en dos vueltas. La primera los días 6 y 7 y la segunda los días 21 y 22. Realmente la negociación había comenzado casi dos años atrás, durante los cuales Anesco y Coordinadora dieron instrucciones a los técnicos respectivos para diseñar un modelo de convenio que respetara los límites establecidos en la Sentencia de la Audiencia Nacional y convirtiera el IV Acuerdo suscrito por Anesco, Coordinadora y CIG en otro que fuera asumido también por UGT y CC.OO. Se habían celebrado numerosas sesiones de trabajo y los dirigentes de Anesco y Coordinadora habían perfilado y contrastado los objetivos de las respectivas organizaciones y habían trazado las líneas rojas (así se dice ahora) que no estaban dispuestos a sobrepasar.

El calendario de reuniones fijado sería el inicio formal de un proceso que evidenciaba que las discrepancias habían sido suficientemente limadas como para tener la seguridad de que concluiría con éxito. Sin embargo, el titular de la nota de prensa que Coordinadora ofreció a los medios después de consumido el calendario, el día 22 de mayo, resume la actitud de Anesco con la que los delegados de Coordinadora, y los de los otros sindicatos con representación en la estiba, tuvieron que lidiar durante todo ese mes, muy distante de la que mostró en aquella ya lejana cita del 16 de abril: “La inflexibilidad de la patronal rompe la negociación del IV Acuerdo Marco”.

En aquel comunicado los trabajadores expresaban también su convencimiento de la necesidad de tener un marco laboral de rango estatal para la estabilidad del sector, así como los esfuerzos que este colectivo había hecho, de manera histórica, y también en este momento de negociación, para lograr ese fin: “Aunque los trabajadores han hecho múltiples intentos por lograr un pacto razonable, tal como ha ocurrido hasta ahora entre los dos agentes, con el objetivo de garantizar unos puertos altamente productivos, Anesco se ha mostrado inflexible en su afán por hacer que la nueva reforma laboral se aplique en los puertos españoles, que se precaricen las condiciones de trabajo de los estibadores. Los trabajadores han demostrado su implicación con los enclaves en los que desarrollan su actividad, se han adaptado a las circunstancias económicas y tecnológicas de cada momento y han hecho una apuesta decidida por la estabilidad del sector y la paz social. El resultado de este entendimiento es la realidad de los puertos españoles hoy: son unos de los más eficientes de Europa. Entienden pues los trabajadores que esta nueva actitud de Anesco es una maniobra inexplicable que desbaratará la estabilidad lograda”.

El escollo de la ultraactividad

Coordinadora organizó a principios de junio asambleas informativas en todos los puertos de España y fue también, el IV Acuerdo Marco, tema central de debate en el III Congreso Confederal. En todos los foros reiteraron los trabajadores su voluntad de diálogo para lograr un pacto que sirva de paraguas legal estatal y que funcione como defensor de la profesión, condición indispensable para que los puertos españoles ofrezcan un servicio óptimo.

Tímidos encuentros con la patronal a finales de junio, largos e intensos debates a principios de julio, dieron como resultado que el 15 de julio, sobre las 23.00 horas, en el Hotel Regente de Madrid se firmara un preacuerdo que se ratificaría el 24 de julio, después de que ambas partes se hubieran reunido con los integrantes de sus respectivas organizaciones para debatir cómo quedaría la figura de la ultraactividad, único punto en que patronal y sindicatos seguían en la búsqueda de una posición común.

La ultraactividad es un término jurídico que determina los efectos del convenio colectivo una vez finalizada la vigencia pactada. Es decir, que una vez transcurrido el tiempo de vigencia –31 de diciembre de 2017-, y pasado un año desde la denuncia sin alcanzar un acuerdo, dejarían de aplicarse las condiciones de trabajo establecidas para ser sustituidas por las normas generales de la Ley de Puertos y el Estatuto de los Trabajadores. Es más, también dejaría de aplicarse el soporte que garantiza el modelo de estiba que tanto éxito ha tenido en los puertos españoles.

Es cierto que sin ultraactividad, una vez llegado el momento, se podría negociar un nuevo acuerdo entre las partes, pero la experiencia de esta misma negociación ha demostrado que, simplemente, con que una de las partes mantuviera una posición pasiva, la negociación podría demorarse mas de un año y tornar la estabilidad que había ofrecido el III Acuerdo de eficacia general y el IV de eficacia limitada (ambos con la citada cláusula de ultraactividad) en una situación incierta sujeta a los cambios legislativos.

Además, la ultraactividad no afecta solo al IV Acuerdo sino que este sería el convenio aplicable ante una eventual pérdida de actividad de los convenios inferiores. En consecuencia, su desaparición convertiría la inestabilidad en la norma del sistema portuario. De otra parte, la obligación pactada en el IV Acuerdo de trasladar los ámbitos a los convenios locales, otorgaría automáticamente la ultractividad a los convenios de los puertos. Es por esto de vital importancia pactar la ultraactividad en el IV Acuerdo.

Por último, el Estatuto de los Trabajadores establece que la ultraactividad puede ser acordada entre las partes, por eso resulta tan difícil de entender la negativa de Anesco a pactarla. En los anteriores convenios sí que estaba regulada esta cláusula, es más, era una parte fundamental de los mismos, pues uno de sus objetivos era no dejar al sector sin un acuerdo que garantizara la estabilidad necesaria para poder ofertar los puertos españoles a las grandes navieras como enclaves con una regulación clara que aporten seguridad a los potenciales clientes.

Los caprichos de Anesco

Llegó el esperado 23 de julio. El día anterior Coordinadora había recibido mensajes negativos de una parte de la patronal. Anesco, por boca de algunos de sus representantes, manifestaban la incertidumbre del resultado y no se ocultaban al decir que para ellos era muy positivo poder presentar ante el Ministerio de Fomento un convenio en el que no existiera la cláusula de la ultraactividad. Otros, por el contrario, indicaban que las empresas estibadoras no estaban dispuestas a iniciar un conflicto por un asunto que no tenía calado si se aprobaba la ampliación de competencias de la Comisión Paritaria Sectorial Estatal, incluido el arbitraje obligatorio sobre todas la materias, y, tal como dispone el Estatuto de los Trabajadores, la posibilidad de abrir la negociación sobre cualquier aspecto concreto que interesara a las partes durante toda la vigencia del Acuerdo. Ambas posiciones reconocían a Coordinadora que Anesco no había puesto la ultraactividad sobre la mesa como asunto conflictivo sino que, por el contrario, era un asunto que había pasado todos los controles técnicos y políticos sin ninguna dificultad. En definitiva, era un asunto (informalmente) pactado.

La reunión de la patronal se celebró durante la mañana y a las 16.00 horas, justo antes de que diera comienzo en Madrid la Asamblea General Extraordinaria de Coordinadora, para la que se desplazaron cerca de setenta trabajadores, delegados de todos los puertos del país, con el objetivo de acercar posturas sobre la figura de la ultraactividad y preparar el encuentro con la patronal, pactado el día 15, para la jornada siguiente; una llamada del presidente de Anesco a Antolín Goya confirmaba el comunicado enviado a la prensa que hizo saber a los estibadores que los empresarios rompían la negociación y que no acudirían a la reunión convenida.

“Una muestra más de la inflexibilidad y el nulo interés por el diálogo que ha imperado en la actitud de los empresarios que dirigen Anesco en todo el proceso de firma del IV Acuerdo Marco. Una postura incomprensible que rompe el espíritu de consenso protagonista en los acuerdos del sector en los últimos años y que ha logrado que sean los puertos uno de los grandes motores económicos de este país”, manifestaron los estibadores con indignación en una nota de prensa enviada a los medios desde Cooordinadora al término de la Asamblea General.

La decisión de Anesco, por inesperada incluso para algunos de sus propios negociadores, cayó como un jarro de agua fría en la Asamblea de Coordinadora. Las conversaciones cruzadas entre ambas partes no daban lugar a ninguna opción. Anesco había decidido que no aceptaba la ultraactividad del IV Acuerdo y, sin conocer la posición de Coordinadora, había optado por no comparecer en la reunión comprometida para la mañana del día siguiente. “¿Para qué?”, dijeron.

Lo cierto es que el conflicto no ofrecía muchas alternativas. O había ultraactividad o no la había. Aún con ello, Anesco rechazó analizar otras opciones técnicas como un pacto sin ultraactividad pero con una duración mínima por diez años.

La negociación, rota de mala manera por Anesco, hacía suponer una reacción de Coordinadora que no llegaba a entender el motivo “real” de la ruptura y, menos aún, el desinterés por buscar otras fórmulas o, al menos, presionar a los sindicatos sentados en la mesa de negociación. ¿Qué había ocurrido durante las dos últimas semanas? ¿Qué intereses estaban detrás del conflicto que, inevitablemente, se abría? ¿Quería Anesco provocar una huelga general en la estiba y pedir la intervención del Gobierno? ¿Existía un sector de Anesco que había pactado la ruptura de la negociación a cambio de la prórroga de sus concesiones? ¿Qué grupos empresariales habían participado en el diseño de la estrategia de Anesco?

Todas esas preguntas, y sus respuestas, no surgieron esa tarde. Venían rondando en la cabeza de los dirigentes de Coordinadora desde que, durante las últimas semanas, Anesco se había puesto inflexible en la negociación. Si se repasaba el proceso, se comprobaba con facilidad que no había sido solo la ultraactividad, pero los otros obstáculos se habían superado, a pesar de algunos. Los rupturistas de Anesco no pudieron hacerse fuertes en asuntos en los que se alcanzaron fórmulas aceptables para ambas partes como, por ejemplo, el problema de la movilidad y polivalencia de los fijos de empresa. Coordinadora, que se había percatado de las dificultades reales existentes, buscó fórmulas para acercar posiciones. Sin embargo, la aparición de última hora de la ultraactividad resultó ser un asunto sobre el que se podría concitar la adhesión de todos los empresarios descontentos por el resultado de la negociación.

Sorprende que empresas y grupos empresariales acostumbrados a la negociación permanente, desconozcan que el convenio colectivo debe ser, por principio, insatisfactorio para ambas partes. Coordinadora había cedido en lo que Anesco estableció como puntos esenciales: supresión de la antigüedad y una Comisión Paritaria Sectorial Estatal con amplias competencias y arbitraje obligatorio. Anesco, exigió un procedimiento mediante el que “todos los asuntos fueran resueltos”. Ningún problema podría quedar indefinidamente pendiente de tener una solución. Ese, precisamente, era el contrapunto de la ultraactividad porque el IV Acuerdo y los convenios colectivos locales dejaban de ser un marco jurídico estático e inmutable sino, por el contrario, un conjunto de normas que se adaptarían con fluidez a las exigencias de la demanda.

Y Coordinadora aceptó, después de un amplio debate y establecer como límites que la primera instancia de negociación fuera la propia de cada puerto; que no se podría establecer arbitraje obligatorio para solucionar los problemas de negociación colectiva en los puertos y que no habría arbitraje obligatorio cuando se convocara una huelga.

¿Por qué, entonces, se lanzaba el argumento falaz de que la ultraactividad convertía el IV Acuerdo en un instrumento rígido? La posición desconcertaba a propios y extraños ¿Es que no entendían lo que negociaban o era una excusa para abrir el conflicto?

Respuesta de Coordinadora

Coordinadora tenía que reaccionar. O lo hacía ahora o tendría un conflicto en la negociación de cada convenio local. Sin embargo, no quería caer en la trampa del conflicto generalizado y, por ello, en el plazo de unas horas, diseñó una estrategia sindical compleja, que exigía una profunda disciplina y una gran unidad dentro de la organización. La productividad cayó de un día para otro y la solución se encontraba en la respuesta a una pregunta formulada a cada empresa: ¿Respalda la ruptura de la negociación realizada por Anesco por causa de la ultraactividad?

Sin ruido, con una disciplina ciega, sin preguntas innecesarias. Siguiendo su máxima “en el conflicto no hay democracia, el debate y la decisión se produjo antes y la valoración se realizará después”, Coordinadora se movió como un solo cuerpo y, después de muchos años, demostró que estaba en buena forma física y mental.

El resultado fue abrumador, la gran mayoría de las empresas no respaldaron la decisión rupturista de Anesco. Sencillamente, la ultraactividad no se asumía como motivo suficiente para un conflicto.

Simultáneamente se hace pública la sentencia de la Audiencia Nacional en un conflicto colectivo del SEPLA para indicar que los pactos anteriores sobre ultraactividad son válidos y produce el mismo efecto que si se hubiera firmado después de la reforma laboral. Esas cláusulas estaban firmadas en el III Acuerdo y en el IV de eficacia limitada. ¿Para qué, entonces, abrir un conflicto en los puertos?

Sin embargo, aún quedaba una pregunta por responder. El sector patronal que promueve el conflicto ¿cede frente a la mayoría o porque no recibe la contraprestación esperada? Al parecer, Puertos del Estado no acepta el papel de mediador ofertado por los dirigentes de Anesco. Con inteligencia y respeto a la legalidad, el presidente de Puertos del Estado ratifica que no le corresponde el papel de negociador y considera inadecuado participar como mediador en un conflicto ¿innecesario? a propuesta de una de las partes.

Dos días después, el 25 de julio, la situación vuelve a cambiar radicalmente de rumbo: ¿de manera inesperada?, Anesco cita de nuevo a los representantes de los trabajadores a un encuentro en Madrid el 29 de julio a las 17.00 horas, para la firma del IV Acuerdo Marco, en las condiciones preacordadas, incluida la ultraactividad.

Autora: Andrea Cabrera Kñallinsky